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sábado, 28 de enero de 2012

Somewhere over the death. Primera parte

Primera parte hecha por Cotic:

ROSSANA
Noto algo duro, y frio, si, muy frio. Intento taparme con la funda nórdica, pero mis brazos no notan nada más que el lugar duro y frío donde estoy apoyada, extraño, no recordaba así mi cama, decido que, si quiero dejar de temblar, debo abrir los ojos para encontrar mi cálida funda y taparme con ella. En cuanto abro los ojos, entiendo porque no se parecía a mi cama, sencillamente, porque no es mi cama, estoy tumbada en el suelo, temblando. Me arrodillo, y cuando mis ojos llegan a la altura del despertador, los números no me sorprenden «Otra vez me despierto a las 5 de la madrugada, para variar», me tumbo en mi cama, y como de costumbre ya, empiezo a intentar pensar en el sueño que he tenido, y como de costumbre, no lo consigo. Es una sensación molesta, estoy segura de que he soñado (no tengo una razón lógica, pero lo sé), pero nunca consigo recordar que sueño. Vuelvo a mirar mi reloj 05:32 ¿Ya ha pasado media hora? «Será mejor que duerma, o me dormiré en clase otra vez», aproximadamente quince minutos más tarde, tras muchas vueltas en la cama, consigo adormilarme.
Mi reloj suena, «¿Ya? Pero si tan solo hace unos minutos que me dormido», miro por segunda vez en unas horas la hora, 07:00, me desperezo como un gato, y me quito el pijama largo que llevo «Suerte que lo retro se ha puesto de moda», me estremezco al imaginarme en una fiesta de pijamas con Maddy, Rachel y Sandra ¿Qué pensarían de este conjunto hace tan solo un par de años? Lo miro con aire crítico, un conjunto azul cielo, con el cuello como si fuera de camisa (pero más cómodo) estampado con puntitos negros, al igual que el dobladillo de las mangas y el pantalón (largo, aunque tenía un conjunto exactamente igual para verano en rosa claro); el resto del pijama es del mismo color, pero estampado con unas rayas verticales. En ropa interior (woman’s secret), me envuelvo con una toalla negra, a rallas fucsia. Agarro la ropa que elegí ayer para hoy (vaqueros bsk oscuros, camiseta pull and bear negra con letras llamativas de colores verde lima, naranja, rojo, rosa, y azul pavo real, cazadora vaquera, y ropa íntima, por supuesto, todo cuidadosamente escogido, incluidos los calcetines), perfectamente plegada y ordenada. Voy al baño conjunto a mi habitación (es una de las cosas buenas de ser hija única), solo para mí. Me acerco a la bañera, y empiezo a calentar el agua para ducharme. Y mientras corre, empiezo a separara los diferentes champús, geles, suavizantes, mascarillas acondicionadoras, lociones, aceites y cremas, por orden según me lo valla poniendo. Acerco mi toalla para tenerla a mano en cuanto salga. Cambio mis zapatillas de ir por casa (Hello Kitty), por mis chanclas. En la ducha, vuelvo a pensar en el sueño que tengo cada noche, a ver si consigo que venga a mi cabeza algún fragmento. Cuando salgo, lo único que tengo, es un considerable enfado contra Dios, Morfeo, Destino o el mundo en general, no por no revelarme este fastidioso sueño, sino por desvelarme por las noches para algo así de inútil. Mientras despotricaba me he ido vistiendo, y ahora tiro la ropa sucia a su cesto. Mientras me desenredo el pelo, miro el reloj (también de Hello Kitty), 07:50 « ¡Oh! Ya ni siquiera me da tiempo de alisarme el pelo ». Decido, al menos, secármelo bien. Así lo hago, para que mi pelo, que parece estar constantemente teñido por henna, ese tinte natural, coja la forma unos rizos amplios, que, de alguna forma, coloco para que me caiga sobre los hombros y por la espalda, sin que me tape la cara. Tengo al piel pálida, y no puedo enmendar eso de ninguna manera, me he pasado veranos enteros apostada en la playa, y he probado tantos bronceadores artificiales, que las chicas de la tienda de productos corporales, colonias y maquillaje, me ofrecen nuevas marcas antes de que acabe de cruzar la puerta y decir siquiera que es lo que quiero. La verdad es que me miran como si mi piel fuera un reto personal. Bueno, eso no hace más que destacar las ojeras que tengo desde hace ya un tiempo, enmarcan mis ojos oscuros, tan oscuros, que al marrón del centro cuesta distinguirlo de la pupila. Cojo una diadema vieja, y me retiro el flequillo hacia atrás. Empiezo a pasarme las toallitas anti-granos y espinillas, una vez desaparece el líquido en mi cara, me pinto la ralla inferior, depilo un poco mis cejas, y las perfilo con las pinzas. Mis ojos han cambiado radicalmente, como era de esperar, a mis mejillas les aplico tan solo un poco de colorete líquido, que da un aspecto de sonrojado permanente y le da un toque dulce a mi rostro, contrarrestando un poco el aspecto de la raya, tan duro. Me pongo un poco que gloss de sabor dulce, que le da a mis ojos una apariencia más carnosa y brillante. Me asomo de nuevo. Las 08:04. Retiro la diadema de mi cara, y dejo que el flequillo caiga sobre mi frente. Alzo las manos y me miro las uñas, decoradas con manicura francesa del salón de manicura “Madame elegance”. Me siento orgullosa de mi aspecto, la verdad.
Me falta un cuarto de hora aproximado para salir de casa. Aprovecharé para desayunar. Leche de soja y un par de galletas bajas en calorías, mi constitución es de esas que no engordan, desde luego si crezco, crezco de alto, pero de ancho no, pero, aún así, cuidarme un poco no me matará. Además “mujer precavida vale por dos” ¿Qué pasaría si de pronto empezaba a engordar sin motivo alguno? Bueno, dudo que pasara, pero…por si acaso, otra de las razones de que me cuidara de esto, es que he visto a mi prima, la mezcla de una ballena y un tiranosaurio rex. Puede que quede mal por mi parte decirlo, pero cada vez que voy a Italia, parece que se haya comido a dos niños. La verdad sea dicha, no es por su aspecto que tengo mala opinión de ella, es porque es una abusona: un día la vi persiguiendo a unos niño de 7 años con la bici, asustándolos, solo porque se aburría. Afortunadamente, cuando se giró para sacarme la lengua y decirme que yo no mandaba sobre ella y rollos de los suyos, se me “olvidó” decirle que iba directa contra una farola. Le pusieron hierros a las dos semanas, ¡oh! ¡Que dos semanas! Durante todo el verano no hizo otra trastada más, pero estoy segura que cuando mi avión despegó, volvió a las andadas…
Mamá interrumpe mi flaixback, para hacerme subir al coche. Nos vamos, yo a mi escuela, y ella a no sé qué cosa de abogados. Lleva un moño no muy rígido, recogido en la nuca. Su vestuario es parecido al de siempre, vaqueros y blusa blanca, con chaqueta de tela. Sus ojos son un poco más claros que los míos, como puedo apreciar por el retrovisor claramente. Aprovecho para entablar conversación, porque es una de las pocas veces del día en que podemos hablar.
-Mmmm… ¿Cómo va el caso ese de… -pienso cual es el último caso del cual se quejó- derechos de autor?
-Hace ya tiempo que mi cliente ganó el caso, y el otro le ha pagado una cantidad…satisfactoria.
Lo dice como si hiciera años que ganó el caso, y me lo dijo la semana pasada. Bueno, intento buscar otro tema.
-Tienes el moño un poco desecho.
Es cierto, al apoyarse en el respaldo del coche, se le ha aplastado y un par de mechones le han saltado de la goma. Mira por el retrovisor con ojo crítico, y decide que tengo razón, porque, cuando me inclino hacia ella para solucionarlo, sonríe, agradecida.
-Espera un segundo Rossana, que está la policía allí, y como te vea…
Vuelvo a mi posición, asintiendo. Cuando pasamos a los polis, me inclino de nuevo, y continúo con mi labor. Estar en el asiento trasero ayuda bastante (el asiento del copiloto está lleno de carpetas y papeles). Cuando acabo, saco una horquilla más de mi bolsillo (siempre llevo un par, por si acaso) y le acabo de arreglar el peinado. Estamos llegando, no se me puede pasar la oportunidad.
-¿Rossana, llevas el inhalador?
Suspiro, otra vez el mismo tema.
-Sí, claro, siempre lo llevo. Aunque no entiendo porque, hace años que no me da un ataque, incluso puedo hacer deporte.
-Lo llevas…
-…Por si acaso pasase algo -decimos a coro.
-Ya, bueno, pero es que este inhalador –el último cayó “accidentalmente” bajo un coche, y mi madre se apresuró a comprar uno nuevo- ni siquiera lo he tocado, porque no me ha hecho falta, y hace dos años que lo tengo.
-Me da igual, lo llevarás encima, que no te cuesta nada.
Hago un mohín, pero lo dejo correr, es una batalla perdida. Y, ahora sí, saco el tema que me interesa.
-Mamá…esta noche habrá una fiesta…bueno, no es una fiesta fiesta –digo, al ver su expresión- es…más como…una…feria para adolescentes -«Que acabará con la mejor fiesta del año, y no me puedo perder», pero me “olvido” de comentarle esto a mi madre.
-¿A qué hora?
-Empieza a las nueve, y acaba sobre las once -«O las doce, o la una…» bah, si, total, de lunes a martes…
-¿Dónde?
-Por… el barrio de la casa de Maddy.
-¡Eso está lejísimos de aquí!
Maddy vive en una urbanización, por el norte del pueblo.
-Tranquila, me traen de vuelta en coche.
-¿Quién? ¿Crees que voy a dejar que te subas en el coche de un desconocido?
-No es un desconocido…es el novio de Maddy.
-Ah! Comprendo, entonces de acuerdo, pero no te separes de ellos.
-¡Claro que no!- contesté, con mi tono más escandalizado posible.
Otra cosa que se me había pasado decirle a Mamá era que Maddy cambiaba de novio cada semana, más o menos, y que hace ya un tiempo que dejó a Robert. Robert era un novio de Maddy que iba a bachillerato, muy responsable, pero Maddy lo calificó de “aburrido” un par de días más tarde de presentárselo a mi madre, ahora va con Pablo, un chico de 4º, con carnet de conducir, que no se parece en nada al otro. Si, se podría escribir un libro de las cosas que no les cuento a mis padres.
Hemos llegado. La inmensa construcción de hormigón que es mi instituto, se impone ante mí, tan aburrida como siempre. Sin embargo, aún no es hora de entrar, en los diez minutos que quedan, me propongo hablar con mis amigas de la buena noticia. Solo me falta encontrarlas entre la marea de gente que espera a salir de clase, cuando todavía no ha entrado. ¡Ya las veo!
-¡Rachel, Sandra, Maddy! –Grito sus nombres para que me presten atención.
Lo consigo, se giran hacia mí, y me saludan con la mano, y una sonrisa en la cara.
-Hey Roxie.
Dirijo a Rachel una mirada furibunda. Odio que me llamen Roxie, me recuerda a nombre de una niña mimada americana, con un bolsito rosa, chihuahua incluido.
-¡No me mires así! Es tu diminutivo. Tu nombre es Roxanne, así que el apodo…es obvio ¿no?
Rachel insiste en poner un mote a todas las personas que conoce. A veces me pone de los nervios.
-Ya te lo he explicado mil veces. Me llamo Rossana! Ro-ssa-na.
-¡Es lo mismo, pero en otro idioma!
-Vamos chicas, ya habéis tenido esta discusión antes. –Sandra intenta poner paz.
-¡Sí sí! Quedamos en que podías llamarla Rossie, y ya. Rossana, se te veía muy contenta ¿algo nuevo? –Pregunta Maddy con una sonrisa.
Olvido el enfado para contarles como he conseguido la aprobación de mi madre.
Cuando acabo con lo del novio, las chicas se parten la caja.
-¡Qué bueno! ¿En serio?
Asiento, con una sonrisa.
-Guau! Esta noche vamos a arrasar.- asegura Rachel.
-¿Esta noche? Cari, yo siempre arraso – puede parecer que Maddy se da aires, pero, realmente es encantadora, lo chicos van hacia ella como miel hacia las moscas, bueno, para ser justos, todas tenemos una avalancha de chicos mirándonos embobados en cuanto nos giramos.
Rachel se mira en el espejito que acaba de sacar de su bolso. Realmente sabe sacarle todo el partido a su piel bronceada, ojos miel, pelo rubio, liso y voluminoso, y su figura curvilínea hace que le queden bien cosas que nosotras solo podríamos soñar con llevar. Un vestido por la rodilla, con escote generoso, y estampado otoñal, con unos botines marrones de tres dedos de tacón, forman su vestuario de hoy. El pelo suelto, lo lleva adornado con una especie de pinza plateada con forma de hoja de otoño, a juego con el vestido. Mira de reojo a su novio, el capitán del equipo de futbol, y, con gracia y descaro, le guiña el ojo. Él alza las cejas, y le hace un gesto para que se acerque. Con otro gesto, Rachel le responde que después.
-Puedes irte con él si quieres, tranquila –Le indico.
-No, que se espere.
-Pobrecito. –Sandra mete cucharada en la conversa.
-¿Si me voy no me echareis de menos?
-Seguro que menos que él –Añade Maddy con un amago de sonrisa.
-Bah, dejad que espere su turno, que no le hará ningún mal.
Reímos un poco, aunque sea cruel, es el pan de cada día.
Maddy se cepilla el pelo moreno, y coge una diadema con un lacito, blanca.
-¿De dónde es? –Pregunto, señalándola.
-Claire’s
Me lo esperaba, pues Maddy es una fan de esa tienda de accesorios en particular, pero habría parecido maleducada si no lo preguntaba (era nueva). Mi amiga aprovecha al máximo su pelo moreno, rizado y corto, y sus formas generosas. Los ojos son increíbles, de un color azul oscuro, y sus pestañas, largas, negras y rizadas, los agrandan, una cosa que encanta a todos sus fans (sí, tiene club de fans propio), son sus labios (y vaya si sabe usarlos…), normalmente pintados de un tono entre fucsia y cereza, precioso. Como siempre, lleva unos vaqueros negros, con un cinturoncito, y la camiseta es preciosa, larga, blanca, con un leopardo dorado corriendo tras una gacela, y una inscripción que reza “catch me, please”, con manchitas, imitando la piel del felino. Maddy es más bien bajita, pero lo disimula muy bien, ya que siempre lleva unos tacones que la hacen parecer casi un palmo más alta de lo que es. Hoy, por ejemplo, se ha puesto unas botas altas, de poco tacón, aparentemente claro, porque por dentro, seguro que esas botas llevan al menos, dos dedos más de tacón.
-Oye, Maddy… estaba pensando… ¿a qué hora acaba la fiesta?
-No sé… sobre las dos, supongo.
-¡¿Las dos?! ¡Mi madre llega a las doce a casa!
-¿Y qué? ¿No has dicho que te ha dejado ir?
-Sí, bueno, le he dicho que acababa sobre las once…
-¿Sobre las once? ¿Pero que se cree que somos, niñas de parvulario?
-¡Sí! Pero pensaba llegar sobre las doce menos cuarto o así, y fingir que llevaba un rato dormida.
-¡La otra! ¿Las doce menos cuarto? Va a ser la mejor fiesta del año ¿y te preocupas por la hora? Rossie, no hay quien te entienda.
-Sí, bueno, pero el mal ya está hecho.
-Bueno, da igual, te devolvemos a casa a menos cuarto, y ya te contaremos que tal ha ido.
-Tranquila, seguro que no te pierdes gran cosa… -Sandra intenta consolarme.
-¡Ya, claro! ¿Qué parte de “la mejor fiesta del año” no entiendes? –Y Rachel hunde las pocas esperanzas que me quedaban, fantástico. Maddy y Sadra, se encargan de fulminarla con la mirada para que cierre la boca. Lo haría yo misma, pero estoy demasiado deprimida para eso.
-Bueno, al menos, seguro que deslumbras a todos con ese vestidito que te compraste, en el rato que estés. Tú dedícate a ponerte guapa, que nosotras a las diez, te recogemos. –Maddy intenta arreglarlo.
-Sí, sí, claro. No hay problema.
Pasamos el resto del día aburridas (Sandra va a la línea C, Rachel a la A, y Mady y yo vamos a la B, pero nos sentamos muy alejadas. Así que estamos completamente incomunicadas en clase, solo nos juntamos para educación física y optativa), hasta la hora del patio, donde hablamos del nuevo vestido de Sandra para esta noche. Sandra es africana, su piel color chocolate es preciosa. Alta, sin curvas, barriga ni nada parecido, se puede poner los conjuntos más ceñidos existentes, y conseguir que le queden bien. Su pelo es largo, negro y liso, y por el costado izquierdo, hacia la parte del flequillo (que lleva siempre retirado hacía un costado, con un mechón suelto), una mecha roja como las rosas que recibe por San Valentín, brilla, cosa que llama la atención de más de uno. Sus ojos son completamente negros, y pueden intimidar un tiempo, hasta que te acostumbras. Nunca lleva pintalabios de ningún color, siempre lleva brillo. Es una autentica fan de la purpurina. Cuando va de fiesta (como esta noche), se pone un poco en lugares estratégicos, los ojos, los pómulos, y, por supuesto, los labios, de forma que cuando los focos la iluminan, parece que destellan. Pero no al estilo “cría de cinco años que juega con la purpurina de las muñecas y acaba pareciendo un árbol de navidad”, si no al estilo “soy deslumbrante y esto lo potencia”. Hoy lleva cazadora vaquera (a causa de la cual no le puedo ver la camiseta), y minifalda, también vaquera, de botones dorados, con una cadenita (dorada) que cruza des de el bolsillo delantero hasta el trasero. Sus zapatos son preciosos, dos dedos de tacón, muy elegantes, peep-toe, con estampado vaquero. Sí, Sandra tiene una obsesión con todo lo vaquero.
Una vez vuelvo a casa y acabo de comer, pienso en mi aspecto. Vuelvo a hidratarme, y cojo el vestido que compré el otro día con las chicas. Es precioso, un vestido negro, corto (por encima de las rodillas, pero no mucho más arriba) palabra de honor, descubierto en parte por la espalda, y por bajo, hace formas vaporosas. Mis zapatos son una especie de francesitas pero con tacón. Decido dejar mi pelo rizado recogido en una especie de moño, elegante, y que, cuando se deshaga, quedara muy…divertido. El flequillo me lo he apartado hacia la derecha, y lo he recogido con una horquilla. En cuanto a joyería, tan solo me he puesto un colgante plateado, en forma de espiral. Cuando se seca la mascarilla facial, me la retiro, y empiezo a pintarme. Raya, sombra de ojos negra con un poco de gris por los bordes, rímel, colorete rosado, y gloss con sabor dulce color rosa fuerte (con brillo). Miro la hora: 18:30. Todavía me da tiempo de una buena manicura en Madame elegance. Voy para allá, tapada con una chaqueta negra larga, que tapa mi vestuario (no puedo dejar que nadie me vea antes de la fiesta). Una vez allí, Elvira me saluda con efusión y pregunta:
-¿Qué será hoy?
Le guiño un ojo y descubro poco a poco mi vestido, cuidando que solo ella lo vea.
-¿Qué me va con esto? Había pensado en espirales o estrellitas.
Ella no lo duda ni un segundo:
-Espirales platas sobre negro. Ves con Irene, que ella te arregla. ¡Y, por cierto, me encanta tu peinado!
Le agradezco el cumplido con una inclinación de cabeza, y me dirijo hacia Irene.
-¡Vaya! ¿Vas de cacería?
Sonrío ante el comentario. “Ir de cacería” es lo mismo que “buscar (y encontrar) novio”. Asiento.
-¿Y bien?
-Espirales plateadas sobre negro, dice la jefa.
Abre las manos, esperando que pose las mías encima. Y así lo hago.
-Oh! Qué pena me da borrártela…me quedó tan bien…
Dice, al ver mi manicura francesa, ya que la hizo ella misma.
-Tranquila, mañana o pasado vuelvo a por otra.
-Eres una de nuestras mejores clientes ¿lo sabías? ¡Sin ti y tus amigas el negocio se muere!
Río, porque sé que es verdad, somos unas clientes habituales: eso es indiscutible. Mientras hace de mis uñas una obra de arte, charlamos sobre cosas banales. Una hora y cuarto más tarde estoy en casa de nuevo, con espirales plateadas sobre negro fondo, mis uñas están mejor que nunca.
Me hago la cena, ligera y me la termino enseguida. Lavo mis dientes, y una vez termino con eso, elijo el bolso. Tras muchas dudas y una video-llamada a Rachel, decido que un mini bolso negro, liso, con un broche en forma de espiral (que en realidad es para la ropa) como cierre será mi accesorio. Lo lleno con pintalabios (aunque es efecto duradero) y demás cosméticos, el inhalador (lo cojo más por costumbre que por otra cosa), las horquillas y el dinero. Maddy viene a buscarme (Sandra ya está con ella), los saludo a todos, y dejo que me halaguen, tras devolverles los cumplidos, subimos al coche. Llegamos a las carpas. Son como tiendas de campaña de lujo muy agrandadas y hay varias. Buscamos a Rachel, y a unos cuantos chicos, y nos vamos a P-C una de las mejores carpas.
P-C está llena a rebosar, pero nos da igual, bailamos durante un rato, y, antes de darme cuenta me ofrecen un cubata. Dudo unos instantes, miro a mí alrededor, y veo a mis amigas alzando los vasos de plástico para brindar. «Tan solo es un vasito»…pienso, mientras lo alzo yo también. Bebo.
-¿Chicas, que tal si nos conocemos mejor?
Dice un tipo que se ha quedado prendado de la purpurina de Sandra. Reimos.
-Sí, claro ¿Por qué no?
-Vale, ¿todos sabeis de que va el “yo nunca”?
Rachel asiente, y Maddy también, sin embargo, yo niego junto con Sandra.
-Bien, se juega así: Alguien dice “Yo nunca he…” lo que sea. Y si el siguiente lo ha hecho, bebe, si no, pues no bebe. Una vez ha bebido (o no) dice “yo nunca…” y cambia lo que sea que no ha hecho nunca, y lo pasa, y así sucesivamente.
-¡Vale!
Todas asienten, emocionadas, claro, todas menos yo. Empieza Rachel:
-Yo nunca…me puesto colonia barata.
Se lo pasa a Sandra:
-No bebo. Yo nunca…
Y la siguiente hora transcurrió entre confesiones embarazosas (las preguntas cada vez se volvían más fuertes. Rachel salió con una fuerte borrachera, y yo bastante sorprendida por lo que había llegado a hacer. El pesado ese que había propuesto el juego (del cual ahora se más de lo que me gustaría) estaba con Sandra haciendo a saber qué. Maddy me ofreció una cerveza, fui a rechazarlo, pero dijo:
-¡Oh! ¡Venga ya! ¡Si no pasa nada! Tu madre no te pillará…se supone que estarás dormida ¿no? ¿O es que tienes miedo? O te he visto beber casi nada…
«Ya te recordaré esto cuando tengas resaca mañana». Cojo el vaso, y bebo la mitad de golpe. Maddy, satisfecha, sigue andando, y, cuando no mira, tiro el resto de la amarga bebida en la alcantarilla. Sobre la media hora le pido que me devuelva a casa.
-¿A casa? ¿Te vas? ¡Justo ahora que se pone divertido! Bueno… ¡Pablo!
El chico vino hacia ella, obediente. Si Rachel parecía borracha, este la doblaba. Ni siquiera andaba en línea recta, y tenía otra copa en la mano.
-¿Qué pasa?
-Ya te lo he dicho esta tarde: Tenemos que devolver a mi amiga o la degollan.
-¿Eh? ¿Ahora? ¡Anda ya! ¡Búscate a otro hermosura!
Y giró.
-¿Cómo? ¿Y ahora yo que hago? ¡Maddy!
-Bueno, da igual, seguramente no se da cuenta… ya buscaré a otro, espera una hora o así y ya está.
-¿Una hora? ¡Maddy, no me queda tiempo!
-¡Ay! ¡Bueno, pues es lo que hay! ¿Qué culpa tengo yo de que no tu madre te deje hacer nada?
-De eso, ninguna. ¡De lo que tienes culpa es de haberme prometido que no pasaría nada y ahora haberme dejado tirada! Como me pillen…
-Tranquila… oye, ¿Por qué no disfrutas de la fiesta?
-¡PORQUE ME VAN A MATAR!
-¡Bueno, bueno, no te sulfures!
Vi que no captaba la gravedad de la situación, así que lo dejé correr. Fui hacia la salida del solar y emprendí el camino sola.
Tras unos cinco minutos caminando, vi tres figuras perfiladas en la noche. «A lo mejor me acompañan o tienen coche y me llevan…», así que, para llamar su atención, grito:
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡EOOOOOOOOOH!!!!!!!!!!!!!! ¡ESPERAD!
Las figuras se pararon, y giraron, sorprendidas de que hubiera alguien más por ahí. Las reconocí, eran…

4 comentarios:

  1. Gracias!!! Siento que sea tan aburrida, pero es para situarnos un poco... seguid leyendo! En el segundo capitulo la cosa se anima MUCHO!
    Cotic <3

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  2. Cotiiiic!!! Tú estás loca!!! Nononononononooo!! Es muy buena, escribes geniaaal!!
    Kami <3

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