KAMI-CHAN
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SAWN
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-Hostia…- digo, observando el cuerpo inmóvil de la mujer
rubia. Estaba muy apaleado, con varias rascadas y moratones. Y la piel ya no
parecía humana, era totalmente
blanca, adornada con el lila azulado de los moratones, eso sí. En el cuello
tenía la marca de una soga, de la cual se veía una gran parte en el suelo, y
las muñecas estaban rasgadas, con trozos de sangre reseca. En el suelo, también
se había solidificado el líquido.
-¡Oye, esto no es normal!- empieza a chillar Rossana
histérica.
-Rossana, cálmate… Cálmate… ¡¡Rossana!!- Tamara iba de mal
en peor.
-Joder, joder, joder…- Nathan no estaba en su mejor momento,
se tiraba de los pelos que le salían por debajo del gorro.
El único que quedaba era yo, de pie, con todos esos
histéricos dando vueltas a mi alrededor. Cómo siempre, pensé de una forma
objetiva:
-“Sawn, céntrate. Cadáver, más los histéricos estos…
¡Policía!”
Saqué mi Samsung Galaxy y tecleé el numero de el cuerpo de
policía local. De paso, miré la hora. No podría cumplir la promesa que le hice
a mi madre de estar en casa antes de las doce.
Me cogió el una voz aburrida.
-¿Qué desea?
-Hola, querría denunciar un asesinato… Bueno, una
muerte.
-¿Cómo?- dijo el hombre del otro lado del interfono con un
hilo de interés en su voz.
-¡Qué hay una cadáver, coño!-le espeté desesperado.
-“NO ME PUEDO PONER HISTÉRICO”- me dije.
-¡Tranquilo, ¿dónde está?!
-¡Y yo que sé! ¡Estábamos en una fiesta en las carpas y no
sé como hemos llegado aquí, y vimos la casa y…!
Nathan, Tamara y Rossana no se dieron cuenta de que había
llamado, y siguieron chillando como niñas de cinco añitos viendo Rec.
-¿Está con alguien más?
-Sí, pero ahora mismo no sirven de nada, por si le interesa.
-Vale, salga de dónde esté y mira la dirección de la casa.
Corrí escaleras abajo y en la imponente verja encontré (en
muy mal estado) un cartel en el que ponía: “Calle Alberto Tallín, número
trece.” Se lo comuniqué al teleoperador de policía.
-Caballero, ahora va una patrulla, ¿le parece?
-No, no me lo parece.- le espeté sarcástico- ¿¡No le jode!?
-Señor, cálmese, tranquilo.
-¡En eso estoy!- le dije por última vez y le colgué.
Corrí escaleras arriba de la casa y se lo comuniqué a mis
“amigos”.
-Está apunto de venir la policía, vayamos a esperarla al
jardín. Y así de paso… Os calmáis.- les dije.
-Vale, vale…- Dijo Nathan.
-Sí, será mejor.- dijo Rossana.
-No. Me niego. ¿Y si hay más víctimas? Creo que tendríamos
que ver el resto de la casa.
-Sí, con esto.- dije señalando mi linterna de manivela.- ¡No
somos Indiana Jones!- no sé por qué, pero cuando pasan cosas raras y la gente
se pone histérica, yo me pongo sádico, sarcástico e insoportable.
-Pues… Yo creo que tendríamos que hacer caso a Tamara.-
cambió de opinión Nathan.
-¡Joder! ¿¡Es que nadie tiene ni un poco de sentido común!?
-Di lo que quieras, pero yo voy con ellos.- dijo Rossana
entre lágrimas.- Imagínate que hay la familia entera y que la policía no
encuentra a los demás. ¡Yo creo que es muy cruel no poner nada de nuestra
parte!
-¡Oj! ¡Sois como unos niños pequeños!
-¡Oye, si quieres te quedas esperando al asesino o a la
policía sólo fuera, eh!
Tragué salva y aquél ultimátum de Rossana. La chica estaba
bastante afectada por el hecho de ver a aquélla mujer.
-Vale, vamos a ver la casa, ¡pero sólo un momento, que si
viene la poli, no ve a nadie y se piensa que es una broma…!
-Sí, sí…
Fuimos en grupo hasta el baño. O algo que lo parecía. Habían
arañazos en la puerta, los azulejos estaban medio rotos y olía a lejía desde
dos metros lejos de la puerta cerrada.
-Alguien ha limpiado algo con mucho esmero…-dije.
-Ya ves…- dijo Nathan molesto por el aroma a desinfectante.
-Sigamos, por favor.- nos rogó Tamara.
Por un pasillo lleno de telarañas llegamos a algo que
parecía una cocina. Tenía un horno, unos fogones de gas, una nevera y una mesa
con cuatro sillas. La nevera era bastante pequeña, y tenía un único imán que
sujetaba un dibujo. Estaba claramente hecho por alguien de menos de ocho años.
En el dibujo se podían intuir una mujer adulta (por los tacones) y una niña.
Debajo de las dos había escrito “Mamá; Yo”.
-Tenía una hija…- se derrumbó Rossana
-A lo mejor no era para esa mujer…-dije, intentando
calmarla.
-Mi… mirad eso…-señaló tembloroso Nathan.
Tamara ahogó un grito al ver el chuchillo manchado de sangre
encima de la encimera. Había una mancha del fluido, pero se había secado.
-La mujer tenía cortes en las muñecas. Seguramente se
suicidó, ya que tenía la marca de una cuerda en el cuello. Estoy casi seguro de
que era una masoquista.- razonó Nathan
-Sí, y desinfectó el baño, no vaya a ser que cuando alguien
viniera a buscar el cadáver, fuera al baño y le diera mala impresión.- le
corté.
-Qué mala espina… Marchémonos de esta sala, por favor.- dijo
Nathan.
Entonces llegamos al salón El salón. Casi teñido de rojo del
todo.